Borradores

Y vuelvo a las andadas: cuando tengo las ideas y las ganas de escribir es cuando no puedo hacerlo. Ahora, después de lo que me parecen siglos, por fin me siento y ZACA: eso del papel en blanco que tanto nombran en cualquier cosa que tenga que ver con la creatividad. Ese cliché tan usado que ya se transparentan los pezones a través de él. Y con agujeros.

El caso es que se me enciende la bombilla y creo descubrir la pólvora cuando dirijo el puntero del ratón hacia el botón de “borradores”. Menos da una patá en los coj… como dice mi padre.

Y ¿qué me encuentro? A parte de una nueva confirmación de mi torpeza en forma de tres posts guardados en blanco, a saber: dos o tres que no han sido publicados porque no quiero; uno o dos que son malos de narices (sí, aún más #encerio) y uno o dos que no están mal pero que no me atrevo a soltar. Los primeros porque son cosas que no quiero que determinada gente lea, ideas que pueden parecer iguales a otras pero que tocan puntos demasiado personales. Los últimos PORQUE NO LOS CONOZCO.

Que manda narices. Algo que he escrito en algún momento y que no recuerdo. Pero no es sólo eso, es que ni pajolera. Ni qué lo inspiró ni quién ni por qué ni qué significa.

Otra confirmación más de que yo no hago conexiones neuronales: mis células grises deben de andar flotando, cada una en una punta, agitando sus axoncitos y salpicando las paredes que las contienen en un líquido viscoso donde debía de haber un cerebro. Se ve que, de vez en cuando, dos se encuentran y CHAS, chispita. Pero también se ve que no debe de ser lo habitual.

Y así soy.

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