La canción

Hay una canción. Da igual cuál porque siempre hay una. Y esa es la llave, la clave, la droga. Esa que le inyectan al héroe de turno para doblegar su voluntad. El fluido sonoro que puede anular el pensamiento consciente. ESA CANCIÓN.

La podría escuchar una y otra vez, en un ciclo enfermizo. Pero no es sólo eso. Es un estado al que cuesta no llegar y hay que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos y dejar que el coche vaya a la deriva. Porque perderíamos el control ambos. Máquina y persona.

Que las notas vayan penetrando por los poros invadiendo el cuerpo y se instalen en alguna parte de la cabeza hasta doler en el pecho como un gas rosa, caliente y perfumado. Como un veneno.

Y entonces, momento peligro. Podrías pedirme lo que quisieras. Y yo estaría hipnotizada. Tango y canción de cuna, el Confía en mí de Kaa.

O el romper el hechizo con tu voz provocaría nuevas oleadas de sueños. Esta vez, asesinos. Quién sabe.

 

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