Ojos nuevos
De pronto me doy cuenta de que la pantalla del móvil no tiene blancos. ¿Se ha roto? Quizás al llevarlo en el bolsillo he quebrado algo minúsculo y ahora no puede mostrarse ese color (¿o no color?). En su lugar hay un lila palidísimo que lucha por ser pero no es. Tan pálido que casi casi da el pego. Pero no es blanco.
Ni el pulgar estirado junto a la pantalla tampoco. Ni rosa, ni color carne. Es verde clarísimo. Miro la palma de la otra mano. Verde.
¿Se han rebelado los colores, ahora se esfuerzan por ser lo que nunca pudieron?
Lo que está roto no es el móvil. Son mis ojos. Como en esas teles en las que un fallo hace que todo se vea rosa, o azul. O verde, como mi piel.
La calle es naranja. La vida, gris. Las rosas ¿de qué color serán ahora? ¿Y hasta cuándo? ¿Tendré que aprender los nuevos colores de la fruta madura?
Y así recupero, en el trayecto en autobús, un poco de mi cabeza Cortázar.
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