Lluevo II

Tengo que recuperar el tiempo perdido y compensar todas las lágrimas que no lloré de pequeña. Y son tantas que no sé si algún día saldaré la cuenta.
Así es que me derramo al mínimo roce con el dolor de cien agujas. Espinas de rosas antiguas que hace ya mucho que no existen.
Y me llueve el dolor en lágrimas que arden piel abajo, lava de cristal silenciosa. Despacio y sin gemidos.
Porque es una pena sorda que de viva arrasa sin opción a ver, a pesar de tener los ojos abiertos.
Lloro y lluevo por cada pequeño secreto que quedó incompleto.
Por mis animalitos muertos, por las arrugas de su rostro, por sus manos fuertes y todopoderosas, por niños que no conozco, amaneceres rotos y canciones que no podré reconstruir. Por las despedidas pendientes, por una cría de cinco años que no entendía nada, por la adulta que se niega a aceptar el cansancio.
Lloro y lluevo por las primaveras que te pierdes, por negarme lo que ansío, por Alicia huída, por cascabeles perdidos.
Por los muros y esa forma de empujarme lejos, por su soledad y la vida rota. Por la distancia, los malentendidos. Las cortinas grises y la falta de atención.
Todo es una pelota roja atravesada en la garganta. Y no encuentro consuelo porque no existe.
Hasta que me puede el peso del aire y abro los ojos sin comprender cómo pasó la tormenta. Sabiendo que volverá.

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