Tolerancia (y III)

"Estar en un grupo de Whatsapp es un ejercicio de tolerancia".
Porque en la calle más o menos todos sabemos manejarnos y evitar ciertas conversaciones o a ciertas personas.  Pero en Whatsapp como que se nos ve a todos más el plumero: el histérico, el pedante, el puntilloso, el de las bromas de hace un siglo, el que sigue enviando la foto del negro, el de las alertas de un amigo suyo policía porque van a poner una bomba, regalan droga a los niños y nos ponen un pañuelo con cloroformo en los aparcamientos de los centros comerciales, el del reiki, el de la homeopatía, el que se molesta por todo, el que molesta con todo, la que se llena la boca diciendo que es feminista pero que todo el rato hace reivindicaciones del tipo "las mujeres somos celosas, malcriadas, somos princesas, pero las mejores madres y amigas, multitareas" y toda esa mierda, el conspiranóico, el vegetariano, el animalista, el cazador... Putas y tuertos, tos revueltos, que decía mi padre.

Y tú ahí con ganas de. Pero no.
En todo caso, un privado a Carlitos: "Tío, yo de verdad que a veces podría matar. Porque les tengo cariño y les quiero, pero telita". Y claro, ambos sabemos que los demás también deben de pensar así de todos (incluidos nosotros). Y entonces va y me suelta aquello: "Estar en un grupo de Whatssap es un ejercicio de tolerancia". Y me deja así, con la boca abierta, el dedo levantado, sin palabras que escribir.

Qué razón tiene, el jodío.

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