Terapias y palabros

Ahora resulta que los psicólogos no son psicólogos: son terapeutas, que queda más fino. O que parece que aleja algo la idea de engañabobos que algunos ignorantes tienen de la profesión. Que digo yo que si una señora de la limpieza le verá las ventajas a que ya no la llamen limpiadora. Pues ya os digo yo que no, que he trabajado temporadas de eso y tengo familia que lleva haciéndolo muchos años. Que la dignidad va implícita y no en el término. Que el imbécil que te quiera despreciar lo va a hacer lo mismo te llames psicólogo, terapeuta o Manolo. Y el que te respeta, te respetará igual independientemente de tu etiqueta profesional.

Pero no, no a todos puedo engañarnos. Que hoy en día está más en boga que nunca eso de la titulitis. Más rimbombante, más prestigio. Sólo que el citado prestigio es válido en tanto es otorgado por los mismos cretinos que detentan otros títulos supuestamente prestigiosos.

Vivimos en un mundo de apariencias. Pero esto, señores, no es nuevo. Que nos creemos el ombligo del mundo y no puede ser.

Palabras, palabros, titulitis, cargos en inglés, interdisciplinariedades, gilipolleces en suma.

Y a todo esto yo lo que venía a contar es que me ha dicho mi terapeuta (la psicóloga de toda la vida) que cuando me angustie y no pueda dormir, cuando me despierte con pesadillas y, sobre todo, cuando vaya a recurrir a mi amante dulce y traicionera, la comida, que escriba.

Hala. Y eso hago, que una es muy obediente.

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