Reencontrarse con alguien a quien no conoces
Where are you now?
Cuz I don't want to meet you
I think I'd die--
I think I'd laugh at you--
I think I'd cry--
What am I supposed to do,
Follow you?
Cuz I don't want to meet you
I think I'd die--
I think I'd laugh at you--
I think I'd cry--
What am I supposed to do,
Follow you?
Qué desilusión.
Recuerdo ahora la letra de Careless Memories, de Duran Duran. Me he preguntado que haría si te encontrase un día por casualidad por la calle. Suponía que me quedaría callada, esperando tu reacción. Otras veces se me venía a la cabeza una versión de Aladino en la que el genio había pasado muchísimos años encerrado en la lámpara. Al principio, se prometió cubrir de oro a quien lo sacase y luego fue cambiando el premio hasta enfadarse tanto por ver que nadie lo liberaba, que decidió matar al primero que le hiciera salir. Así pasé del ansia, de la tristeza, de la angustia de ignorar el por qué y del dolor de echarte de menos a la rabia, la desazón y, finalmente, a la indiferencia. Pasé de querer abrazarte a darme la vuelta sin mirarte y luego a... nada. Si algún día me cruzaba contigo, simplemente nada. Como si no fueras quien habías sido, como una conocida cualquiera. Cómo estás, qué tal la familia. Yo bien, gracias.
La indiferencia me ha costado años. Porque necesitaba ENTENDER. Entender por qué mi mejor amiga del alma durante gran parte de mi vida, esa que supuestamente era mi sostén y yo el suyo, había desaparecido del mapa sin mediar palabra. De vernos semanalmente a no cogerme el teléfono ni responder mails o mensajes. Tragada por la tierra. Con frecuencia he soñado que te encontraba y que me pedías disculpas o que me despedías con cajas templadas porque no querías saber nada de mí. Y yo me despertaba y se me saltaban las lágrimas. No sé cómo o por qué te quería tanto.
A raíz de una reunión de ex alumnos me reencuentro con gente de hace 30 años. Y tú debías estar en ese grupo, pero no estabas. Me hablaron de ti, te recordé. Y ahora que había llegado el desapego y que por fin he hecho mío eso de los caminos que se cruzan y se dividen y no exigir nada a nadie, decido que, como no me importa, por qué no mandarte un "hola" sin compromiso. Y zas, respuesta en avalancha: que quieres verme, que cuándo, un día, una hora e incluso un sitio especial para celebrar el momento. ¿Celebrar? No lo entiendo, pero siempre me gusta conocer lugares bonitos.
¿Celebrar? ¿El qué? Borrar de un plumazo los años de desaparición sin explicaciones ni aún cuando no sabía si realmente te había sucedido algo. Bueno, borrados están. No significan ahora apenas nada. Pero no sé qué hay que celebrar si tú ya no eres tú y yo, sobre todo yo, ya no soy yo. Me ha alegrado verte, me ha gustado saber qué ha ocurrido este tiempo. Te he contado un poco sobre mí. No sabías que había muerto mi padre. Ni tantas otras cosas que no sé por qué tendría que contarte. No necesito ponerme al día contigo.
¿Puede parecer que hablo desde el rencor? No. Hablo desde la sorpresa. No se ha hundido el suelo, no se me han llenado los ojos de lágrimas, no me ha inundado la alegría ni la rabia ni la tristeza. Es que ya no eres. Ya no soy. Eso me apena un poco, pero es normal. Me dices que nada sucedió, que simplemente perdimos el contacto. Yo alucino pepinillos, pero no discuto. Decidiste no estar y ya. Era tu decisión. Crees que es un problema: no lo sé. Para mí no, SIEMPRE QUE LO HUBIERA CONOCIDO.
Ahora me asombra que de pronto quieras recuperar el tiempo perdido. Pero el tiempo no se recupera. Simplemente fluye. Si quieres algo de mí no tengo ninguna puerta cerrada, pero ya no somos amigas, corazón. No porque yo no quiera, sino porque no lo siento así.
Porque sin etiquetas ni reflexiones, siento cuándo se me alegra el corazón de ver a alguien, y cuándo me pongo a hablar a borbotones porque me encanta su compañía y sus ojos en los míos. O cuándo habla y me bebo sus palabras porque me gusta saber qué piensa, qué opinión tiene, qué pasa en su vida. Y verte estuvo bien, pero no me desbordé, ni tampoco quería saber todo lo que me contases.
Entiéndeme, fue agradable. Pero no me llenó el corazón, ni fue un día especial en mi vida. De hecho, ni siquiera se lo he contado a L. No por despecho sino por lógica. Cómo voy a seguir queriendo sin medida a alguien de quien se me habían olvidado cosas y que me pareció una completa extraña cuando la reencontré.
A lo mejor volvemos a querernos. No tengo ni idea. Pero de golpe y porrazo seguro que no.
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