La vida en rosa

Me repiten y me martillean la cabeza con que deje el antidepresivo. Y yo me he ido entreteniendo como Caperucita, recogiendo flores y admirando el paisaje. Quiero cinco minutitos más. Porque total, ya habrá tiempo. Así es que me agarro con uñas y dientes a la mínima dosis. La que se supone que es prácticamente nada.
Me repiten que no es bueno, que no es natural, que si dependemos de algo externo nunca logramos ser dueños de nuestra vida. Pero es que me piden que renuncie a la vida en rosa. La vida sin sobresaltos, sin grandes alegrías ni emociones pero SIN DOLOR. Y eso es mucho. Sentir que sube un poquito la espuma para bluf, que la rabia no llegue nunca, sólo un malestar en la boca del estómago. Una rabia que quiso subir pero ni llegó a ser. Y lo mismo para las lágrimas. No me jodas, no me jodas. No quiero renunciar a eso. No estoy tan segura de que compense lo de también sentir alegría en mayúsculas y placer.
Pero como en el fondo supongo que tienen razón, soy caperucita buena y le doy la espalda a las flores para coger el camino corto. Sintiendo el aliento del lobo en el cogote, supuestamente libre. Libre de químicos malignos modifiquen lo que debe fluir y sobre lo que debo trabajar. Libre de factores externos. Esclava de mis excesos, esclava de mi carácter, paranoias y agujeros negros. Supuestamente libre. En fin.

Comentarios

  1. Qué difícil es tomar el camino correcto cuando llega esa decisión. Mucha suerte. Hagas lo que hagas, escogerás bien, de eso estoy segura.

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