Tolerancia (I)

"Estar en un grupo de Whatsapp es un ejercicio de tolerancia". Me lo dijo él, que fue mi amigo hace tantos años. Y yo, desde el otro lado de la pantalla, abrí los ojos como platos y lo entendí.

Él siempre pareció un chico pausado pero que nunca hablaba en serio, y por eso me desconcertaba. Yo tenía miedo de creerme sus cuentos porque no distinguía cuáles lo eran y cuáles no. Ahora, en el reencuentro, a nuestros cuarenta y pico, nos ha contado verdades que eran bastante peor que los cuentos. Jugar a la güija y que nos contactara Fofó era bastante más divertido que la realidad en la que se movía y que no conocíamos ni imaginábamos en nuestro país adolescente de piruleta.

Yo bebía los vientos por él, claro. Dulce, siempre con la palabra justa, más maduro que el resto (por las razones que entonces desconocíamos), socarrón. Pero amigo sobre todo. Así es que nada.

Y con los años, redescubierto en el chico tierno que fue, pero no tan dulce, pero más fuerte. Menos atractivo, pero amigo, siempre amigo.

"Estar en un grupo de Whatsapp es un ejercicio de tolerancia", dice.

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