Despedidas: J.
Te busqué en la voz, en el mar y en una taza de chocolate caliente. Te busqué, consciente de que no eras, de que no tenías lo que necesitaba. Pero como nunca se sabe, yo seguí mirando por los rincones. Incluso con la punta de los dedos examiné los lomos de tus libros.
Darme cuenta de que tú no eras el lugar, ni tu casa mi balsa en la tormenta me vino dado. Como si me hubiese sacudido una descarga, allí mismo, en aquel sillón de cuero. Sentí la urgencia de salir corriendo. Y no volver.
Entré para matar la idea de llegar a la orilla de tu mano. Fue una despedida urgida por mis ganas de escapar. Un tanto desubicada pero firme. Porque tú no eres lo que necesito.
Pero gracias.
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